Vicente Antonorsi. Angulares

Texto: Félix Suazo
Catálogo: Angulares / Vicente Antonorsi. Espacio Monitor, Caracas, 2017

Considerado uno de los principales representantes del arte tridimensional en Venezuela, Vicente Antonorsi (Caracas, 1952) ha orientado su trabajo hacia la investigación de la materia, el volumen y el espacio. De talante discreto y cordiales modales, su propuesta se distingue por su alta depuración visual y serenidad intelectual. En ella se conjugan las destrezas múltiples del arquitecto, el diseñador y el artista que, a cada paso, se pregunta por la condición específica de sus creaciones. Angulares, su proyecto más reciente en Espacio Monitor, reincide en esas cualidades, ahora dirigidas a la zona filosa, donde los planos y las líneas se empalman; donde, a veces, las esquinas son amputadas y las superficies sufren declinaciones leves por los cortes.

Las obras que componen la exposición Angulares, aunque de carácter geométrico, tienen una configuración más o menos totémica e incluso sugieren espacios rituales. Nada raro, por cierto, si se toma en cuenta que esta es una de las orientaciones distintivas de ciertos abstraccionismos continentales, del uruguayo Torres-García al colombiano Eduardo  Ramírez Villamizar, incluyendo parte de la obra temprana de la venezolana Elsa Gramko. En ellos, la tensión entre geometría y espiritualidad encuentra zonas de fecundo encuentro que en Antonorsi -varias décadas después y con una indagación muy singular- se sigue manifestando. En su caso, es obvia la relación complementaria que existe entre el arquitecto -demiurgo implacable de situaciones habitables- y el artista -configurador de estructuras sensibles para la apreciación estética-. En tal sentido trabaja con referencias combinadas que en determinados casos se confunden, siempre con tendencia a la austeridad material y simbólica.

Su intención es simplificar. El suyo es un ejercicio de despojamiento y búsqueda razonada de lo esencial, donde cada elemento es parte de un alfabeto preciso y, sin embargo, de connotaciones abiertas. Pero, ¿por qué atravesar una superficie con cortes diagonales? ¿por qué cercenar las esquinas de un volumen? ¿por qué, en fin, encarar la complejidad estructural que suponen los ángulos? Hablamos de una geometría de convergencias y divergencias, con zonas de fuerte tensión dinámica, cuyo aplacamiento depende de una cuidadosa y delicada colocación. Cada módulo intervenido sigue la secuencia del anterior, sugiriendo un contrapunto visual de acentos, pausas y continuidades.
En 2012, a  propósito de su  exposición en la Galería La Cuadra, en Caracas, declaró: “Siempre quise separar mi expresión de arquitecto con la de artista. Pero resulta que ahora yo no sé si estas obras vienen de la arquitectura o van hacia la arquitectura”[1]. En realidad, esa condición transitoria que refiere el artista -a medio camino entre la escultura y la arquitectura- distingue gran parte del arte tridimensional desde la segunda mitad del siglo pasado,  fundamentado en una lógica expansiva que trasciende el modelo disciplinar. Siguiendo esta divisa, Antonorsi recrea fragmentos de arquitectura, trozos de una quimera edificable que abandonan la función que les compete, para convertirse en piezas autónomas.

Las cualidades del material -aspecto vital  en la definición de estructuras primarias que en su momento impulsó la corriente minimalista– es un criterio de estricta observancia en Antonorsi, quien maneja el soporte y la obra como instancias indisociables. En el caso de la muestra Angulares, ésta se resuelve con madera industrial –específicamente contrachapada y mdf-, además de piedra dorada y metal laqueado.

A su modo, Antonorsi propone extensiones simplificadas de aspectos provenientes del diseño arquitectónico que, aislados de su contexto de origen, son más diáfanos a la percepción, ofreciendo una mirada inédita de los mismos. Porque las cosas del mundo, tanto el natural como el creado por los humanos, están siempre ahí, a la espera de ser redescubiertas. Basta con enfocarlas en su singularidad para que adquieran un nuevo significado.

Una viga, un dintel o una columna por si mismas pueden mostrar o sugerir mucho sobre lo que ellas representan, pero también sobre lo que implican para la sensibilidad de quien las contempla. En su dimensión estética, redimidas  de la invisibilidad casi obligada impuesta por su finalidad constructiva, lo que entra en juego son las capacidades asociativas de la mente expectante, ávida de exploraciones abiertas y no reguladas.

El arquitecto Tadao Ando -uno de los autores de referencia para Antonorsi- decía sobre la simplicidad: “Si le das a la gente la nada, ellos pueden reflexionar sobre lo que puede lograrse a partir de la nada”[2]. Esa “nada” que reencarna en el trabajo de Antonorsi es el volumen desnudo, sin adornos ni camuflaje, entregado a la lenta digestión de la luz cuando resbala en la pendiente de los ángulos, se sumerge en los surcos dejados por la sierra o se detiene en el filo de una esquina. No hay “nada” más, excepto la voluntad de construir estructuras y espacios con la menor cantidad de elementos.

En los dos conjuntos  de Triedros -uno en madera contrachapada (2016) y otro en piedra dorada desplegado directamente en la pared (2016)- la predominancia de los ángulos oscila entre fuerzas opuestas de fuga (o expansión) y contención, apertura y cierre, aplanamiento y relieve. Como las manecillas de un reloj sin centro, cada pieza parece rotar en su propio eje, marcando direcciones distintas.

La otra propuesta donde prevalecen los ángulos es la titulada Columnas angulares (2016), una instalación monumental realizada con madera contrachapada, compuesta por dos estructuras de apariencia totémica. Los bordes irregularmente dentados, contrastan con la disposición de acogida, de cierre concéntrico de las caras, delimitando claramente un adentro y un afuera. De todas las obras reseñadas, es la que se acerca a una condición “habitable”, una suerte de sitio de recogimiento e introspección. No es una “cosa” puesta o un objeto, sino un “lugar” para recorrer o estar.

Matemáticamente hablando, un ángulo se forma en el punto donde convergen dos líneas o planos. Sin embargo, cuando asociamos dicho término con la dinámica de la percepción, tanto la cotidiana como la estética, es inevitable desembocar en el problema de la mirada. Finalmente, lo que está en cuestión es el “ángulo” desde el cual se enfoca el mundo, pues a fin de cuentas un “punto de vista” es siempre una porción del espectro visible. Lo que propone Antonorsi, entonces, no es solo un ejercicio de líneas y volúmenes angulares sino una metáfora de la visión como “corte” estratigráfico, donde lo importante son las capas o facetas que constituyen la materia.

Su obra parece rememorar los elementos de un “tejido de sedimentos”, hecho de capas superpuestas, a veces interrumpido por la alternancia de surcos, quiebres  y oquedades que juegan con las falsas vetas creadas por las chapas de madera encolada. Bueno es recordar en este punto, su formación como diseñador textil, herramienta que ha aprovechado en diversos momentos de su actividad creativa y cuya impronta se advierte también en sus búsquedas recientes. La huella de ese proceso se hace patente en el tenue rayado que, cual metáfora de una superficie tramada, se aprecia en la cara exterior de sus obras.

En las obras de pared, Antonorsi trabaja en tres tipos de relieves, siempre ensamblados y de carácter serial. En los primeros se agrupan piezas casi perfectamente ortogonales, tipo tableros de poco grosor, facturadas en madera contrachapada y fórmica, donde dominan los trazados perforados en  diagonal como sucede en Líneas oblicuas I (2016) y Líneas oblicuas II (2016). En los segundos se ubican varias composiciones de carácter evocativo sin ninguna función de sostén, dispuestas en relieve cual series ascendentes con intervalos vacíos entre unas y otras, siendo ese el caso de los Dinteles cortos (2016), los Dinteles magníficos (2016) y las Vigas magníficas (2015), todos realizados en madera contrachapada.  A este conjunto se suman las Construcciones (2017) en metal  laqueado las cuales conjugan elementos  de las vigas, las columnas y los dinteles.

En el tercer grupo se encuentran trabajos con volúmenes que avanzan; todos ellos  hexaedros que presentan una o dos esquinas romas, tal como se advierte en los Hexaedros perforados (2016) construidos en MDF y cartón piedra y Paralelepípedos (2016) elaborados con madera contrachapada. Estos recuerdan la sentencia rodaniana que decía: “No piensen nunca en superficie sino en relieve. Que su mente conciba cada superficie como el extremo de un volumen que empuja por detrás. Figúrense las formas como si apuntaran hacia ustedes. La vida surge siempre de un centro, luego germina y se despliega de adentro hacia afuera”[3] . Solo que en estos relieves monumentales no hay figuras de intenso psiquismo como en Rodín, sino “cuerpos” geométricos que se repiten con variaciones rítmicas, atados de manera invisible a una totalidad estructurada.

En definitiva, la actividad de Antonorsi se sustenta en lo que podríamos definir como una concepción hologeométrica en la cual convergen (tal como ya habíamos sugerido) lo profesional, lo artístico y lo espiritual. La geometría es orden, pero también la expresión sintética del enigma de la existencia y una de las vías para su plasmación intelectual. La exposición Angulares, entonces, resume una indagación multidimensional donde materia y sensibilidad se encuentran en un vértice común.

Caracas, noviembre-diciembre de 2016

[1] Falcón, Dubraska. Vicente Antonorsi: “Ahora no se si soy artista”. El Universal, Caracas, 8 de junio de 2012. http://www.eluniversal.com/arte-y-entretenimiento/120608/vicente-antonorsi-ahora-no-se-si-soy-artista

[2] Ando, Tadao. Tadao Ando: en perspectiva. Plataforma de arquitectura. 13 de septiembre de 2015. http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/772811/en-perspectiva-tadao-ando

[3] Rodin, Auguste. Testamento. En, Auguste Rodin. Conversaciones sobre el arte. Monte Ávila Latinoamericana C.A., Caracas, 1991, p. 116

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